Aparte de la tragedia de Bucha, otro
de los hechos ocurridos en la guerra en Ucrania que más indignación ha generado
a nivel internacional ha sido el ataque a la estación de tren de Kramatorsk
cuando se encontraba llena de personas que aguardaban el momento de su
evacuación.
Según las autoridades ucranianas,
4.000 civiles estaban en la instalación de la estación de esta ciudad en el
Donbás cuando dos proyectiles Tochka-U impactaron en el lugar provocando la
muerte de al menos 52 personas. Aunque el gobierno ruso ha negado su
implicación en lo ocurrido, las autoridades ucranianas apuntan a la
responsabilidad de Moscú.
Entre los fallecidos se encuentra
Roman, un misionero evangélico ucraniano que se encontraba en la ciudad después
de haber sido enviado por una organización cristiana para ayudar en la
evacuación. “Creció en la iglesia y toda su vida estuvo marcada por el servicio
a los demás”, ha explicado a Protestante Digital Jaume Torrado, el presidente y
director de la ONG El Bon Samarità, entidad que colabora con la organización
que había enviado a Roman. Deja a su esposa y cuatro hijos.
“Roman se había desplazado para
ayudar en la evacuación”
De nacionalidad ucraniana, Roman era
miembro de la denominación pentecostal Iglesia de Dios en el país. Había
realizado estudios de seminario en Alemania y había desarrollado su ministerio
en labores de voluntariado. “Formaba parte de los voluntarios que servían en
Ucrania”, asegura Torrado.
“Como por parte del gobierno
ucraniano se solicitó que todos los habitantes de la ciudad de Kramatorsk
saliesen rápidamente porque se preveía una masacre humanitaria, Roman se
desplazó para ayudar en la evacuación de las personas que estaban en la estación
de tren. Allí cayó la bomba y allí Roman perdió su vida”, añade.
Un orfanato trasladado de Ucrania a
Blanes
El Bon Samarità es una organización
evangélica que trabaja en Cataluña desde hace casi 30 años, desarrollando
proyectos contra la pobreza y la exclusión social. “También desarrollamos
proyectos de emergencia y colaboramos con proyectos de desarrollo fuera del
país”, añade Torrado. “Mantenemos nuestros lazos fraternales. Trabajamos con
entidades religiosas que tienen que ver con la Iglesia de Dios, tanto aquí como
a nivel internacional. En Europa colaboramos con un ministerio enfocado en los
países del este que se desarrolla desde Alemania”, explica.
Es a través de ese ministerio en
Alemania que se habían establecido diferentes orfanatos en Ucrania, en
colaboración con el ministerio Serving Orphans Worldwide, como el de la
República Peregrina en Mariúpol, o el Native Home. “A través de ellos, nosotros
hemos extraído cuatro orfanatos y ahora tenemos uno de ellos con nosotros, aquí
en Blanes”, subraya Torrado.
“Por miedo y por las circunstancias
de la guerra se ha decidido que los niños tenían que salir. Ha sido muy
difícil. Hemos intentado cruzar la frontera con los niños hasta tres veces y
era imposible. Finalmente, en el tercer intento, coincidimos también con otros
orfanatos y el nuestro fue el único que pasó. Primero se desplazaron hasta las
instalaciones de nuestro seminario en Freudenstadt (Alemania). Allí
permanecieron casi una semana hasta que se trasladaron a Blanes, adonde
llegaron el pasado 6 de abril. Querían venir a España. Habían tenido varios contactos,
pero les fallaron. Así que lo gestionamos por medio de nuestra ONG El Bon
Samarità”, señala Torrado.
La entidad, que previamente había
enviado un camión con ayuda humanitaria a Ucrania, ha trabajado con el
Ayuntamiento de Blanes los requisitos legales para la llegada del orfanato al
municipio. “Examinamos las posibilidades y conseguimos un edificio de
apartamentos, que es donde se encuentran. Tenemos también un convenio con los
transportes de la ciudad para su desplazamiento desde los apartamentos hasta
las instalaciones de la Iglesia de Dios CCFEAM en Blanes, donde realizan sus
clases y actividades”, detalla Torrado. En total son 31 niños y niñas de entre
dos y 17 años, algunos de ellos con necesidades especiales (no todas
reconocidas), junto con unos cuantos profesores y tutores.
“Cuando acaban, regresan a los
apartamentos. Nuestra ONG se encarga de cubrir toda la operativa. Su
desplazamiento, su manutención y también sus requisitos legales. También hay
que ayudarles con el tema de conexión a internet y telefonía. Tratamos de
buscar actividades, tanto de otras entidades como nuestras, para que ellos
vayan complementando con su programa propio”, dice Torrado.
Las necesidades, remarca el presidente
y director de El Bon Samarità, son muchas y variadas. “La economía es en lo que
necesitamos más ayuda”, asegura Torrado. Sin embargo, también explica que se
necesitan voluntarios, sobre todo para las funciones de traducción del ruso y
del ucraniano al castellano. “Tenemos algunos voluntarios online, pero
necesitamos también algunos que estén de forma presencial en las instalaciones
de la iglesia”, dice.
Los niños y el personal del orfanato utilizan
también la instalación del comedor social que tiene la ONG El Bon Samarità en
Blanes, explica el pastor de la iglesia local Jonatan Martín-Arroyo, que
estudió en el seminario que la denominación tiene en Freudenstadt y coincidió
con Roman.
“Este proyecto de acoger el orfanato
se plantea, inicialmente, para tres meses, en previsión de cuánto pueda durar
la guerra, pero se alargaría durante el tiempo que fuera necesario”, asegura
Martín-Arroyo.
FUENTE: protestantedigital.com


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